Nuestra Fundadora
Madre Concepción Marqués
La historia de una institución es la Historia de todas aquellas personas que la hicieron posible, que dejaron su esfuerzo y parte de su vida en ella. Por eso no podemos contar la vida de nuestro Instituto sin contar la vida de quien hizo más que nadie para su concreción: Nuestra Madre Fundadora. Su vida es a su vez la nuestra y la nuestra sin lugar a dudas también es suya en cuerpo y alma.
Hermanas Adoratrices
Nació en Valencia (España) el 17 de septiembre de 1927. Con un año y medio viajó junto a sus padres como inmigrante a Argentina, donde vivió hasta su partida a la Casa del Padre un 23 de septiembre de 2017, apenas cumplidos 90 bellos años de vida.
Depositaria de un Don especial del Espíritu, el don de Oración, Madre Concepción vivió con naturalidad su trato con Jesús desde pequeña. Y esta comunicación sencilla y natural con el Señor, que la esperaba en la hermosa custodia de la Iglesia de los Jesuitas, frente a su casa, para envolver su alma de niña en el misterio de lo sagrado, fue madurando a lo largo de los años hasta convertirse en el centro y razón de ser de su vida.
Su carácter alegre, su fortaleza, su sentido práctico, resumido en la frase valenciana “pensat y fet” (pensado y hecho) se conjugan con un alma exquisitamente delicada y enamorada de Jesús Eucaristía, con su capacidad de escucha y de consejo, con ese espíritu de oración original y dinámico, en dialogo continuo con el Dios “real y concreto”.
La Madre supo encontrar a Dios en lo cotidiano, dándole a cada instante un sentido único y trascendente. “ADORAR ES HACER LA VOLUNTAD DE DIOS”… con estas palabras define la esencia de nuestra vocación, y nos abre la puerta hacia un camino siempre nuevo que nos permite integrar todas las esferas de nuestro SER y nuestro HACER.
De esta manera sintetiza ORACION y TRABAJO, CONTEMPLACION y ACCION, en una misma experiencia que siempre será personal y única, como lo es nuestra relación con Dios, pero enriquecida, fortalecida y probada en la vivencia comunitaria de todos los días.
“La mística y la contemplación es sencillamente amar a Jesús con todas nuestras fuerzas, dejarse llevar por Él y hacer en todo momento su santísima Voluntad, tanto en las grandes cómo en las pequeñas cosas de cada día; creer que se puede y se debe vivir siempre, con Él, en Él y para Él… es simplemente ser cristiano…”